27 de junio de 2009

Miro alrededor. Con prisa.
Volteo. Vuelvo a mirar.
Compruebo lo que comprobé hace dos minutos. Suspiro aliviada.

La densa sombra de unos miedos que no me pertenecen, me persigue. Acosándome. La descubro sorprendida en cada giro de esquina. Y me desconozco. Y me cohíbo.
No sé qué hacer con ella tanto como no sé qué hacer contigo.
El sepulcro mal sellado del millón de heridas que creí dejar atrás. Su santuario, mi pasado y la quietud que construí, profanados por su presencia, soberbia y arrogante, en la plena seguridad de atormentarme.
Se escabulle entre silencios y rincones descosidos de mi rutina. Me convierte en una ciclotímica ambulante, enferma de ansiedad que se consume en la tortura que acompaña tu presencia. En la condena de tu ausencia.
Vagando desorientada. Oyendo el eco de sus pasos, sus pisadas.
Y sumado al montón de miedos que no veo ni comprendo, ése de perderte. Por movimiento del azar, o por mi propia conducta desquiciada.

Volteo. Comienzo a caminar.

Pero la ilusión de creer que todo se aclara dura apenas lo que dura una llamada. Cada vez con más hastío, cada vez más opacada. Se esfuma como un perfume barato y existo. Con igual prisa, igual pérdida.
Varada. Con la impotencia de lo estático, viéndome perseguir fantasmas, mitos, corazonadas. Mi corazón minado de virus de pc.
Con las muñecas sujetadas, las yemas de los dedos rasurados y los labios mal pegados. Me veo destruirnos. Sin conseguir reaccionar al estupor de ver la sombra y de perderla en callejones tan profundos que nada tienen de mi, sin ser ajenos.

Volteo, ¿Dónde estoy?

Donde no quisiste ir. Donde te prohibiste ir.
La prohibición es la manzana nuestra de cada día.
Junto a la intersección del sitio del que siempre renegaste y la persona que no quisiste ser, viéndote mirarte. Obsesionada.
Sin control, sin presente. Inerte. Sin sentidos.
Cayendo en el vacío de esos ojos que te observan, y no tienden la mano.
¿Te ves allí? No eres más que un buen acto de maquillaje. Pareces cambiar. Pero actúas del mismo modo sin cansarte, ni detenerte.
Tu dèja vú constante.

Despierto.

Con la mano en el teléfono. Observo el reloj. Un par de círculos recorridos en pocos minutos.
Me dispongo a llamarte.
Y llueven pasiones de mis pupilas.

Agosto 2008

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