14 de enero de 2020

En el recuento ...

Cuando llegue al final no habrán rodeos, ni medias tintas, como prefiero. Tomaré un minuto para contemplarme en silencio, y no veré mis errores ni mis aciertos que ya serán acopio de mí misma, de mi recuento. Me tomaré un minuto para descansar, y seré mi momento. 
Cuando sea el tiempo encontraré una brecha, un antes y un después en esta historia que reescriben mis anhelos. Una versión de mí anterior a vos, y una muy distinta pero consecuente que te sucede, y que es mi genio encantado de los cuentos. Una joven que se encontró a sí misma entre tus sábanas, que descubrió el placer por el placer a través de tu piel, tu boca, tus dedos. Una mujer que construyó madurez recorriendo desnuda tus ambientes, que aprendió a oírte cuando sin hablar, actúas tan claro que enmudece hasta mi mente.
Recordaré tu nombre sin dudar que así aprendí a observar, a elegir, y a cuestionar qué lugares quiero. Que así aprendí a hablarte con sólo mirar, cuando mantener la mirada se convierte en alarma que denuncia el tiempo. 

La joven de antes aprendió cómo amistad se conjuga con amantes, cómo el deseo es autoestima, cómo el orgasmo es el lenguaje de lo que declara el cuerpo. Esa transformación que te pertenece y no niegas, es más bien la reivindicación que gozas a conciencia y admites con soberbia, en la discreción que te define y de la que no reniego. 

La mujer que causaste reconoce sus placeres, sus gustos, sus anhelos. Sin prejuicios vanos del estereotipo que aprendió, que discutió, y que hoy destierra de sus decisiones en la sincera aceptación de su momento. Tal vez serán en otro tiempo, tal vez otro recuerdo. 

Cuando llegue al final recordará tu nombre sin dudar que así aprendió, que un hombre como vos la definió en la libertad de tu carácter, de tus actos, del espacio que respetas, y del silencio que precede lo político y correcto. 
Recordará tu nombre sin dudar, con agradecimiento.