11 de febrero de 2010

Ella busca las palabras que no quiere decir, que quiere que las sepa. Él se escapa en un silencio helado.


Ella se rinde. Deja correr los momentos para no saber si está viviéndolos. Tirita, y se endurece. La ira reemplaza a la angustia y su rostro ya no lo ve con desesperación sino con desprecio.


Él simplemente no hace nada. Sabe que es exactamente lo que quiere. Dejar pasar el tiempo esperando lo que ella no pretenda. Traiciona a su destreza, a sus deseos. Culpa a su inteligencia.


Ella lo acepta. Despide a sus ganas de mostrarle que su necedad no lo es todo, y lo atraviesa. Sin voltear, sin esquivarlo. 
Solo de frente.


Él la siente pasar. La deja ir en su cobardía, su comodidad de no admitir que todo su universo es su creación enferma y defensiva. Que él no es lo que ve, sino los miedos que lo gobiernan. A los que les da el control, por complacencia. 
Por creerse a salvo.


Ella ya no espera. Ya no escucha. No comprende.
Ella lo perdona, pero no lo absuelve.


Ella lo extraña. Él la extraña.
Ella sigue buscando su sitio. Él continúa donde siempre.
14/01/10

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