20 de agosto de 2009

Reina mansa que acaricia el suelo dando suspiros de energía liberada, me regalas, en los días de descanso, la música que te acompaña. Me seduces al vaivén de tus compases, me das calma. Hasta extraviarme en tu murmullo yo te sigo. Soy tu hija y celebro tu llegada.

En espirales envuelves mis delirios. Me abandonas a mi suerte extasiada, en la inmensidad la dimensión que desconozco, en la plenitud la llama de mi alma.

Alumbrando de plateados azulinos nuestro techo, vas vibrando en nuestras puertas y ventanas, vas rugiendo como fiera desbocada.

Solo te temen los que no te aman. Los que no comprenden lo bendito de tus lágrimas.

Y ante tanto amor sin dueño, arremetes con pasión desenfrenada. Desbordas tus impulsos sin control ni calma. Y sentimos la embestida.

Cierro los ojos y comparto tu lujuria. Tu lascivia. Muy por dentro vas tomando de mi cuerpo el placebo que te alivia. Irrumpes en mi interior y escapas por mis extremos.

Y sigues tu paso sin despedirte, dejándome retazos de arrebatos y de calma.

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